El escritorio era de madera. Por sus patas ascendía una enredadera que provenía desde el suelo. Esta seguía su camino por la parte superior del mismo, pasando por el margen superior de un libro abierto que allí se encontraba. Seguía hasta tomar contacto con la pared y de ahí subía hasta el techo, donde se perdía entre unas maderas en busca del sol.
Delante del escritorio había una silla que, para horror de los intrépidos visitantes, estaba ocupada. Contuvieron la respiración. La linterna quedó fija en esta dirección. Con una voz algo mas fuerte que un pequeño suspiro, el dueño dijo: “ho…la,…, hola, Walter…?”. Silencio. Con un poco más de decisión, dieron un paso más y se detuvieron a un metro del escritorio. Repitió: “hola, Walter..?”. Nada. Cuando la linterna se posó sobre el rostro, el horror fue total. Era Walter. Estaba apoyado sobre su mano derecha. La escena era tétrica. Tanto que el secretario sintió que el suelo se movía, se ponía todo más negro y se desvaneció haciendo un estruendoso ruido al caer. El dueño, rápido de reflejos, antes que el secretario concluyera su viaje al piso, barajó en el aire la linterna y siguió alumbrando. La cara del desafortunado estaba como acartonada, envejecida. Todavía en la parte superior tenía escasos mechones de pelo. Uno de los brazos estaba apoyado sobre el rostro y el otro pendía a un costado. A este último le faltaba del codo para abajo. “Pobre Walter”, pensó. Estaba sentado en la silla sobre almohadones y obviamente con los muñones de los muslos sobre ella. Tenía en frente un libro escrito en braile. “Cuántos años hará que estas acá?”, dijo en voz alta. En eso el secretario comenzó a recuperarse y el terror fue extremo cuando tomó conciencia de que al desvanecerse lo había hecho arriba de un perro. “Seguro que ese era Fragata”, dijo. La luz de la linterna se posó sobre el cuerpo del animal. “Pobre animal”, dijeron casi a dúo. Las heridas le cubrían todo el cuerpo. También estaba todo acartonado por el paso del tiempo. Le notaron que tenía algo en la boca. Se miraron y el secretario, resignado, se agachó. Ayudado por el canto del machete, le abrió la boca y sacó de su interior… la mano izquierda de Walter. “Quizás el primero en morir fue Walter y, al tiempo, Fragata empezó a tener hambre…”. El solo hecho de pensar eso, les daba prurito. El cuerpo momificado de Walter, el estado de la cabina de informes. El terrible antecedente de la tragedia en el parque. Walter. “Pobre Walter”. El escenario no podía ser más escalofriante. Decidieron salir de inmediato de ese tenebroso lugar.
MenteFrita ®
El lugar donde va de vacaciones Willie Fog
(y mirá que conoce todo el mundo, y sin embargo, elige MF)
Si alguien no sabe de quien estoy hablando, mande un mail a mentefrita@gmail.com y le eviaré folletos explicativos.
MF
gracias por Willie Fog, un grande de verdad
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