La historia que paso a contar trata de una familia que vivía en las afueras de la ciudad de Nueva York, EEUU, a mediados del 1800 (mas precisamente 1850). Durante estos años, era cotidiano el ingreso a los Estados Unidos, de innumerable cantidad de inmigrantes que venían de distintos lugares del mundo buscando, en estas tierras, una posibilidad para un mejor futuro para ellos y para sus hijos. Al ruido típico de la ciudad se le agregaban las sonoras bocinas de inmensos barcos que atravesaban el muelle principal del puerto y se disponían a ajustar amarras y desplegar gran cantidad de escalinatas desde las cuales descenderían miles y miles de esperanzas corporizadas en esos inmigrantes dispuestos a adoptar estas tierras como propias. Estaban en América!!!
En Nueva York vivía una familia, los Fetucchini. Habían llegado de... ... ... obviamente... de Italia, hacía unos 13 años. Estaba compuesta por el padre, Enrico, la madre, Giuliana, la hija mayor, Bernarda y el hijo menor, Néstor (o Nestitor, como lo llamaban). El padre trabajaba en puerto, ayudando a bajar las valijas, bolsos y baúles que traían los inmigrantes que llegaban alojados en la primera clase. No ganaba mucho dinero, pero entre el sueldo y las importantes propinas que recibía, le alcanzaba para comprar comida y vestimenta a su familia. Giuliana trabajaba en las oficinas del puerto donde se realizaban los trámites de admisión y control de los inmigrantes. Bernarda trabajaba como enfermera voluntaria en el hospital central de Nueva York. Tenia 20 años.
Nestitor, el menor de la familia, había nacido durante el viaje de la familia, en el barco. En aguas internacionales, por lo que al llegar fue anotado como ciudadano estadounidense. El único de la familia en esta condición. El haber nacido sobre el barco le confirió ciertos rasgos característicos. Habrá sido el movimiento del barco por las olas, el salitre típico del aire marítimo. No se sabe. Lo que si se sabe, es que esto repercutió en Néstor de manera desfavorable. Nestitor era un completo pelotudo. Tal es así que a sus 13 años, todavía no había trabajado nunca y peor aún, las cosas que hacia, las hacia mal. Por lo que los padres se preocupaban por dejarlo solo mientras estos trabajaban. Era muy difícil que encontraran una actividad para Néstor, ya que siempre los hacia quedar mal. Hasta que un día, un amigo del padre, un tal Francesco dueño de una pizzería de la zona, le ofreció a Enrico que le mandara a Néstor para que colaborara en la pizzería y así ganarse unas pocas monedas. Nestitor se presentó a trabajar al día siguiente y le encomendaron la tarea de llevar pedidos hasta las distintas casas del barrio.
La verdad es que los clientes no se quejaban en absoluto y de hecho le comentaban a Francesco lo bien que habían sido tratados por Néstor. Ya a la primera semana de trabajo, Francesco le había aumentado el sueldo y todos estaban muy contentos en la familia.
Un día, mientras Nestitor llevaba un pedido, un sonoro bocinazo de un crucero que se acercaba al puerto lo sobresaltó de manera abrumadora. Se quedó paralizado mirando en dirección al puerto, hacia el lugar de donde provenía el sonido. Tan paralizado y abstraído de la realidad quedó, que no se dio cuenta que se había quedado parado a mitad de la calle y menos cuenta aún de los gritos que daba el conductor de un carruaje tirado por seis caballos que venia a toda velocidad por la calle. Nestitor fue atropellado y murió en el acto con su cara incrustada en una grande de muzzarela con peperoni. A partir de ese día, quedó instaurado el "Día del repartidor de pizza" a nivel mundial. Hoy en día, casi 200 años después, en el Central Park de Nueva York, a unos veinticinco metros del monumento al infelizmente asesinado John Lennon, se erige una placa conmemorativa al lugar donde tuvo lugar el trágico accidente en el que murió Néstor... Nestitor. Mucha gente no sabe de esto y pasan por su lado, solamente buscando sacarse una foto al lado del monumento de Lennon.
Por este motivo y con la finalidad de sacar a la luz biografías no autorizadas de los próceres de nuestros días, porque quien no reconoce las virtudes de los chicos de los deliverys de hoy en día, es que saco a la luz el primero de una serie de relatos inéditos (hasta para mi).
jueves, 14 de mayo de 2009
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La verdad me quede sin palaras,,(entonces, nose para que escribo en "publicar comentario")jejej
ResponderEliminarMUY BUENO !!! ME ENCANTO!!!! VOY A LEER EL RESTO PARA SEGUIR DANDO MIS IMPORTANTES OPINIONES!!!
BESOS
NALA
Muy interesante!
ResponderEliminarHay que rescatar esas historias.
Qué fuera de nosotros sin esos héroes/heroínas nocturnos dispuestos a llevar nuestras ambiciones gastronómicas hasta nuestras puertas?
Noel.